28 de agosto de 2007

Catalina 2 + 2 + 1 (Parte 1 de 2)

La rutina es una maldita… Tanto ó más que la hipocresía. La primera te absorbe y te impide darte cuenta cuando estas inmerso en ella, en cambio la segunda se puede evadir o afrontar, casi siempre es fácil de identificar, podría decir que huele, tiene un hedor particular y gracias a esto te permite decidir por quien quieres pasar: cobarde o valiente. Que tu cerebelo controle tus piernas más rápido que al resto de tu cuerpo o que tu vanidad te convierta en un sinvergüenza vanidoso con pretensiones de mártir. Ambos me dan asco, por que en mi vida, como en la de cualquier otra persona, he estado en ambos lados, es la aversión a convertirse en algo que uno se sabe potencialmente predispuesto.


Y mi mente viaja de nuevo a la calle Olvido y su rutina hipócrita…


Todas las tardes pasaba por los mismos lugares, veía las mismas casas, personas y esencias vacías, el mejor ejemplo de lo que denomino inercia en movimiento.


No conversaba con nadie, sin embargo sabía de la vida de cada uno y a la vez desconocía tanto. El taxista alcohólico, ese que a las 5 de la mañana continuaba con la juerga. Aquel hombre que leía con lupa el periódico que vendía a las afueras de su hogar. La tortillera sin un dedo. Esa casa donde tenían cerca de una decena de perros siempre alterados, al lado de la morada de aquel hombre invalido que nunca sale de su automóvil viejo. El herrero que nunca tiene clientes y el consultorio dental, que parece correr la suerte inversamente proporcional.


Esta calle no se llamaba en realidad Olvido, más bien era Olivo, pero siempre creí que el primer nombre le sentaba mejor a un lugar donde habitaban entes tan atormentados. Esta vía pública contó, y contara muchas historias, pues como en todo barrio hay una calle marginada, y esta era peculiar por estar ubicada en una de las colonias más bellas del estado donde se encuentra ubicada, y sin embargo parecer parte de el lugar más feo del mismo. El último escaparate para una mente atormentada. Olvido, olivo, olvido pues era lo que más deseaban sus habitantes todas las noches antes de dormir.


Mi casa quedaba al final de esta calle desequilibrada, pues del lado derecho no había más moradas, solo del izquierdo, lo que para mi gusto le daba esta apariencia de oscilación, aparte de su forma parabólica sobre la horizontal.


Esa tarde como todas las demás caminaría con el rumbo sin itinerario que parece tener sentido. El día era sumamente caluroso, y para variar esos perros aullaban, los infelices le temían a algo, y al parecer sus dueños no hallaban que era eso que los amedrentaba. No quería voltear, pues estaba seguro de encontrarme con la mirada de ese vejete, ya lo había visto cuando regresaba del trabajo, ya lo había visto durante meses encima de su auto, así que pensé en no hacerlo, pero la rutina de nuevo me venció, y gire hacia ese lado, pero para mi sorpresa había un detonante de automatismos, aquel anciano estaba recostado contra su volante, no parecía cosa de otro mundo, pues a esa edad es difícil mantenerse despierto, pero el clima y las ventanas cerradas no se llevan bien con la salud. Y parecía que el anciano lo había comprobado en carne propia. Dude por un momento, pero me acerque para despertarlo, este no se movió a pesar de lo fuerte que toque a su puerta. Había visto cadáveres antes, y sabía que él ya formaba parte de ellos, o estaba a punto de serlo… La duda me mataba, que ironía. Así que tome un trozo de metal del local del herrero y golpee la ventana.


El clima se torno tenso, el golpe al vidrio fue como un imán para que los demás habitantes de tan triste calle voltearan hacia donde estaba ubicado. Quite el seguro y abrí la puerta, observe por un momento el cuerpo inerte, no lucia muy diferente del resto de las personas de esa calle. Pero había algo más, parecía que este hombre se había dejado morir, pero también quería dejar un mensaje, si no, no hubiese sido tan falto de discreción para con los demás. Un joven regordete se me acerco, y me pregunto si estaba bien, conteste afirmativamente con la cabeza, mientras él no apartaba la mirada de mi, aún sin percatarse del anciano, a veces pensaba que yo era el único que percibía la existencia de ese ser, y con esa escena podía corroborarlo. Se acercaron más personas. Mientras mi mirada giraba hacia el cuerpo del viejo. Estaba vestido con un traje negro, se había afeitado el bigote y cubierto la cabeza con una boina un tanto ridícula, con los zapatos limpios, todo en buen estado, como para festejar un funeral muy peculiar, claro este no tomo en cuenta la cara con la que terminaría debido a la insolación. Algunas personas se empezaron a percatar del cuerpo, crecían los murmullos mientras me introducía a la unidad para quitar el seguro del lado del conductor, y al regresar mi cuerpo para salir, observe tallado en el tablero la frase Catalina 2 + 2 + 1, di la vuelta para abrir la otra puerta, trate de sacarlo, pero el estado de rigor mortis me lo impidió a primera instancia, me sorprendió que estuviera en ese estado, con el tiempo comprendí que había sido la temperatura la que había apresurado el proceso. Observe de reojo como alguien saco su celular, pensé que tomarían fotos, sin embargo más tarde me di cuenta que esa persona había llamado a la ambulancia. Más gente se arremolinaba alrededor del automóvil, pero nadie ayudaba, solo observaban con horror, e incluso demostraron más cuando logre sacarlo, se hicieron hacia atrás como si fueran a salpicarse de algo, sonreí aunque no creo que alguien lo haya percibido. Deje el cuerpo en el suelo, me quite la camisa y le cubrí el rostro y un poco más. Y solo por el respeto a la curiosidad de las personas, le tome los signos vitales. Un hombre pregunto “¿Esta vivo?”, moví la cabeza negándolo, y el hombre se alejo con cierta aversión cómica. Tome los papeles que el cadáver tenía en la mano. Mire rápidamente, el automóvil estaba a nombre de Aurelio Maldonado, y tenía pintado con una especie de crayón rojo +1, delante del modelo, que era un Pontiac, Catalina 2+2, 1966. Recordé que eso estaba tallado en el tablero, tal y como estaba en la factura. Me pregunte que significaba el +1. En mi otra mano tenía la carta y la duda me inundaba, di unos pasos hacia atrás ante la mirada atónita de los curiosos, que me observaban como si yo fuera el cadáver. Abrí la carta, ningún ser exclamo algo al respecto, ni esos molestos perros, así que me dispuse a leer…

14 de agosto de 2007

Rompecabezas


Hace poco, antes de conocer a este grupo, leía acerca de los grupos Paella, y podría usar una broma barata pero me la reservo. Estas bandas están conformadas por integrantes que ya son reconocidos en otras agrupaciones y han alcanzado el éxito. Y hasta cierto punto podríamos denominar a Los Concorde como una de ellas, pues esta conformada por integrantes de grupos reconocidos en México, ya que sus integrantes son:

Leonardo de Lozanne - Fobia
(vocalista)
Jonas - Plastilina Mosh
(Guitarrista y Vocalista)
Pocho - La Lupita
(Bajista)
Mauricio Clavería - La Ley
(Baterista)

La intención de los concorde, es distribuir su música de manera gratuita, ya que no quieren estar "atados" a una disquera, y también es aquí donde podríamos darnos cuenta de que ya estan experimentados en el ámbito musical, pues parecen ya saber que lo que más dejan son las tocadas, y las han tomado como la prioridad de la banda.
En México no es muy común ver una banda Paella, y puede que el destino de esta sea distinto al de la mayoría de este tipo a nivel mundial. Estas agrupaciones, casi siempre terminan separándose por problemas de ego, entre los integrantes o problemas de coordinación, pues supuestamente cada uno tiene su formula para el éxito.
Ahora solo nos queda el tiempo para ver que es de ella, y disfrutar de este su primer sencillo, y los que vengan.