9 de mayo de 2007

Hecho para Esto

Con motivo del final de la "Liga Fantástica del Congal", saque de mi baúl este pequeño cuento, espero sea de su agrado. Si no es así, de igual manera espero dejen sus comentarios al respecto.


Siento un dolor indescriptible avanzar por mi cuerpo, los colmillos me laceran, deforman mi espacio. Me doy cuenta de que este es el final, solo tengo la fuerza suficiente para aferrarme a mis recuerdos…

Desde el principio fue fácil, llame la atención de personajes importantes, que pronto vinieron a verme y les basto observarme unos momentos para integrarme a uno de los mejores equipos de la liga nacional. No pasó mucho tiempo de mi primer entrenamiento a mi aparición en un partido de primera división, los recuerdos son un poco difusos, por la velocidad con la que se dieron los acontecimientos, pero la sensación es inolvidable, ese placer – abatimiento que recorría mi cuerpo ansioso de jugar, el estadio era como una fortaleza estática que resguardaba a todo aquel que ha vuelto al fútbol más que una simple pasión, una forma de vida, aficionados exaltados por ver a sus héroes vencer a esos prosélitos de lo incorrecto, claro esta que mi identidad era la correcta, todos ellos me esperaban sin aún haberme visto alguna vez, esperaban que les permitiera tocar la gloria por lo menos unos momentos, y así se dio, sería magia, sería el destino, pudo ser el propio fútbol el que quisiera verme forjar una historia en sus nobles paginas. Poco tiempo después de haber iniciado el partido uno de mis compañeros salio del terreno de juego por no estar en forma, ahí sucedió, voltearon a verme, y sentí esa descarga casi eléctrica en mi ser, fue mi oportunidad de saltar a la cancha, no los defraude, termine festejando en la red una anotación, y fui cargado en brazos hasta la media cancha, más esa tarde me tenía más satisfacciones, pues en una jugada totalmente aérea que inicio desde la media cancha, acelere los impulsos cerebrales que causan la satisfacción entre todos los espectadores al concluir en una anotación más, recibía besos por el segundo gol, decidieron que era suficiente para un día y salí del partido, en el ambiente se percibía la satisfacción, habían visto todos el comienzo de una vertiginosa carrera rumbo al éxito.

El equipo, los viajes, los halagos, las amistades, los admiradores, todo me agradaba por ser parte del deporte que más amo. Mí participación en la cancha era indudable sin mi no se podía jugar, pues me había convertido en la esencia del juego. Siempre era reconfortable encontrar admiradores, hacerse de nuevas amistades, hablar con aduladores, era el sentido de mí existir, parecía que estaba completo, como nunca en mi vida había estado.

Pero, siempre hay un pero, y el mío surgió una mañana cualquiera de entrenamiento, empecé a sentir que el juego no me satisfacía, necesitaba algo pero desconocía que era, así que preferí ignorar mis sentimientos. Y en el momento en que no tome en cuenta al corazón, el fútbol me desconoció, pues los goles fueron dejando de liberar emociones en mi ser, el estadio era una simple construcción a donde asistía como autómata, percibía el olor de la cancha, el hedor del pasto, pero no la otra emanación, ese que se libera cuando el fanático apoya a su equipo, el aroma de la frustración , de la alegría, la angustia, la adrenalina, del acierto, del error, el de un gol, el del niño de trece años que llora cuando ve a su equipo perder una final, el que a los once festeja el campeonato, la fragancia del fútbol. Esa esencia se perdía, se apagaba la flama que algún tiempo pareció incandescente.

Me preocupaba perder una parte de mí, así que decidí buscar lo que fuera que me hiciera falta. No asistí a varios entrenamientos, vagaba por las calles de la ciudad en busca de algo que no conocía, la angustia aumentaba conforme los días pasaban y no había mejoría. Llego el momento en que sentí que debía regresar, no como una necesidad más bien para cumplir mi compromiso con el equipo, y como no encontraba respuestas decidí hacerlo. Pero cuando tome la decisión era demasiado tarde, mi equipo era importante y no se podía dar el lujo de tener una vacante, ya otro ocupaba mi lugar, mi indisciplina había cobrado una factura muy elevada, y solo me embargaba la gran frustración de perder todo por nada.

Estaba en la calle, sin encontrar el camino de mi existir, deprimido por lo acontecido, la visión gris invadía mi corazón lleno de arena. Mientras daba vueltas por los suburbios, observe a unos niños jugando fútbol con un bote de refresco desechable, parecían divertirse con su bizarro esférico, cansado de observarlos, trate de llamar su atención discretamente para unirme a ellos, pero mi moderación fue tal que no me observaron y tuve que ser más obvio en mis intenciones, me observaron emocionados por un momento, pero después comenzamos el mejor partido de mi vida, mientras jugaba los colores fluían de su escondite, se presentaba ante mis ojos, el olor del fútbol era más intenso que nunca, mis sentidos se agudizaban, la vida regresaba a mi, y no era para menos esos niños jugaban sin mayor compromiso que el de divertirse, no había colores que defender, no existían posiciones ya que por momentos no había ni portero, tenía ganas que esa cascarita nunca acabará aunque me lastimaba jugar sobre el concreto, pero aunque parezca que los niños no tienen responsabilidades, las tienen y pueden ser más estresantes en ocasiones que las de los propios adultos, si un adulto llega tarde al trabajo corre el riesgo de que lo corran y como consecuencia tendrá que buscar un nuevo trabajo, si un niño llega tarde a su casa corre el riesgo de que lo amonesten severamente, y sin la posibilidad de buscar unos nuevos padres. Así que el partido llego a su fin y comenzó la discusión sobre en que casa debería ir a descansar y una vez tomada la decisión, avanzamos jugando por las calles sin medir el peligro. Llegando a este momento, uno de ellos me empujo sin malicia y caí, mientras permanecía en el suelo esperando a que me ayudaran a levantar observe sus caritas en pánico…

Siento un dolor indescriptible avanzar por mi cuerpo, los colmillos me laceran, deforman mi espacio. Me doy cuenta de que este es el final, solo tengo la fuerza suficiente para aferrarme a mis recuerdos, el dolor es insoportable pero se equilibra con el orgullo que siente de haber sido hecho para esto, fui hecho para esto, sí, un balón hecho para el fútbol…

11 comentarios:

dogomoreno dijo...

a la maaaaadre, que buen viaje...

el loco loco blog de "un gay". dijo...

me da webaaaaa,ahi si totti ,un beso muaaaa

Zyanya dijo...

Órale Gott, tu siempre tan inspirado, está chido tu cuento!

Anónimo dijo...

esta rudo!!

simplemente rudo, no hay mas q agregar

Anónimo dijo...

Orale, mi Ohne!!!!! (se lee "mión") bien inspiradote!

Anónimo dijo...

Que buena historia.

Anónimo dijo...

buena historia, pero no melate el fucho saludos!

Grimrock dijo...

ZZZzzzzz...

Buen cuento Gott, despues me dices que te metiste para imaginarlo.

Øhne Gø††™ dijo...

No puedo dejar el peyote Grimm

Besser Dieu dijo...

Que buena historia Ohne (aunque ya la habia leido), Es la que habias mandado para concursar en Record ¿verdad?. Gracias por la recomendacion, ya cambie las letras de mi blog a blanco, saludos

Anónimo dijo...

Chido cuento, y eso que casi no le manejo al futbol, en definitiva me captó desde el principio... y luego no conoces la verdad hasta ya muy avanzada la historia, en las ultimas lineas, termino de leerlo y me siento timada JajAjaja

Describes y narras super !!!